El pesebre o belén es una representación profundamente arraigada en la tradición navideña que ha perdurado a lo largo de los siglos, evolucionando con el tiempo pero siempre conservando su esencia. Este escenario recrea el momento del nacimiento de Jesús y está compuesto por diversas figuras que representan a los protagonistas de esta sagrada historia, así como a los elementos que rodearon ese mágico acontecimiento. Entre los elementos más emblemáticos que encontramos en un pesebre se hallan dos animales significativos: la mula y el buey, cuyas posiciones dentro del belén tienen un significado particular que vale la pena explorar. Así, cuando nos preguntamos de que lado va la mula y el buey, no solo nos referimos a sus posiciones, sino también al simbolismo intrínseco que estos animales aportan a la escena.
La elección de ubicar a la mula y al buey en el entorno del pesebre no es meramente decorativa, sino que está cargada de significado. Según la tradición cristiana, estos dos animales representan la humildad y el servicio, recordándonos que el nacimiento de Jesús ocurrió en un contexto de sencillez y necesidad. Es fundamental entender cómo y por qué estos animales han sido incluidos en las representaciones del nacimiento de Jesús y cómo su ubicación dentro del pesebre refuerza la narrativa de esta maravillosa historia. Este artículo se adentrará en la tradición de creación de pesebres, la simbología de la mula y el buey, así como las ubicaciones específicas que ocupan en distintos tipos de belenes.
La historia del pesebre
Para abordar de que lado va la mula y el buey, es útil primero considerar la historia del pesebre en sí mismo. La representación del nacimiento de Jesús en forma de pesebre tiene sus raíces en la historia cristiana, concretamente en los relatos bíblicos que hablan del nacimiento de Jesús en la ciudad de Belén. Sin embargo, el primer pesebre vivo, que incluía no solo figuras humanas sino también animales, es atribuido a San Francisco de Asís en el año 1223. Francisco quería ofrecer a las personas una experiencia tangible que les permitiera reflexionar sobre el acto del nacimiento del Salvador, utilizando elementos sencillos que resonaran con la vida cotidiana de su época.
La tradición se expandió rápidamente y cada vez más comunidades comenzaron a hacer sus propias representaciones de los nacimientos, incorporando no solo a María, José y el Niño Jesús, sino también a los pastores, los Reyes Magos, ángeles y, por supuesto, a los animales que, según se ha interpretado, estaban presentes en el establo donde Jesús nació. Se afirma que la mula y el buey fueron añadidos a la historia del pesebre a partir de referencias en los evangelios apócrifos, donde se menciona que estos animales brindaron calor al Niño Jesús en su primer hogar. Esta inclusión fue una forma de resaltar la humildad del entorno en el que creció el Salvador, enfatizando su conexión con la humanidad.
Simbolismo de la mula y el buey

A medida que profundizamos en la simbolización de la mula y el buey, es importante considerar qué representan estos animales dentro del contexto del nacimiento de Cristo. La mula y el buey son tradicionalmente interpretados como símbolos de humildad y servidumbre. La mula, un animal que con frecuencia es asociado con la carga y el trabajo arduo, representa la fuerza y la resiliencia, cualidades esenciales para soportar las cargas de la vida. En el caso de la representación navideña, se considera que la mula estaba allí para ofrecer su aliento cálido al Niño, simbolizando el amor y la compasión del mundo creado por Dios.
El buey, por otro lado, representa la fortaleza y la laboriosidad. En muchas interpretaciones de los evangelios, se sugiere que los animales no solo estaban presentes como figuras ornamentales, sino que, mediante su fidelidad y esfuerzo, desempeñaban un papel en el nacimiento del Salvador. En un mundo donde la opulencia a menudo era la norma entre los líderes y gobernantes, la inclusión de la mula y el buey refuerza la idea de que Jesús vino a la tierra no como un rey en un palacio, sino como un niño en un humilde establo rodeado de simplicidad.
¿De que lado van la mula y el buey en el belén?

Entender de que lado va la mula y el buey en un pesebre tiene mucho que ver con la organización simbólica y espacial de la escena. En general, la mula y el buey suelen ser colocados cerca del pesebre, dentro del entorno de la cuna en la que reposa el Niño Jesús. Esta ubicación no es casualidad, ya que representa su papel como guardianes del Niño. Sin embargo, la posición específica de cada animal puede variar según las tradiciones locales y la interpretación artística particular de cada belén.
Tradicionalmente, se dice que la mula se ubica a la izquierda del pesebre, mientras que el buey está a la derecha. Este arreglo no solo sigue una convención estética, sino que también puede interpretarse como un reflejo de la disposición de los corazones hacia la figura central del Niño Jesús. La colocación de los animales al lado del pesebre puede simbolizar su disposición a servir y proteger, en contraste con la figura del niño en el centro, que es el foco de la veneración y el amor de todos los que llegan a conocer su historia.
Sin embargo, no todos los belenes siguen esta norma estrictamente. En algunas tradiciones, la ubicación de los animales puede ser influenciada por un deseo de agregar complejidad a la representación o por el estilo artístico del belén en sí. Algunos artesanos optan por distintas configuraciones que aportan un aire de originalidad, mientras que otros se adentran en un enfoque más rígido, apegándose a la tradición inicial creada por San Francisco. Aun así, cuando se pregunta de que lado va la mula y el buey, la respuesta más común dentro del contexto clásico es que la mula está a la izquierda y el buey a la derecha del pesebre.
La diversidad en la representación del pesebre

A lo largo de la historia, el arte del belenismo ha evolucionado considerablemente, incorporando una amplia variedad de estilos, materiales y figuras. Si bien la mula y el buey son prácticamente ineludibles en la mayoría de las representaciones, muchas personas han comenzado a añadir otros animales que, aunque no necesariamente forman parte del relato bíblico, enriquece la narrativa del pesebre. Por ejemplo, los pastores suelen venir acompañados de ovejas, y los Reyes Magos de camellos, mostrando la diversidad de la fauna y al mismo tiempo simbolizando la riqueza de la creación de Dios.
Es aquí donde entra en juego el dilema de si estos animales adicionales deben o no ocupar un lugar clave en la representación. Algunos creen que agregar cerdos, vacas, gatos o incluso aves puede diluir el mensaje central del pesebre, al convertirlo en una simple colección de figuras sin un propósito claro. Sin embargo, otros defienden con vehemencia que cada adición puede contar una historia significativa acerca de la vida en esos tiempos, proporcionando un contexto médico y social más amplio, aunque en verdad estos pueden ser considerados anacrónicos. La creatividad en la construcción del pesebre permite que cada familia o comunidad exprese su entendimiento de la historia de Jesús y su mensaje, siendo el punto de partida quizás más importante el deber sagrado del pesebre de reflejar el amor y la paz que cristaliza a través de este evento divino.
Conclusión
El pesebre navideño es más que una simple representación del nacimiento de Jesús; es una rica versión de la historia que ha sido moldeada por tradiciones culturales, simbologías profundas y la creatividad de quienes lo crean. En el corazón de este belén, la importancia de la mula y el buey resuena fortemente, representando el servicio y la humildad que rodearon el nacimiento del Salvador. La pregunta de que lado va la mula y el buey toca un aspecto esencial de la narrativa: su características y su posición dentro del pesebre, simbolizando no solo la simplicidad de su entorno, sino también su papel protector hacia el Niño Jesús.
Al observar el belén, los fieles y los curiosos pueden recordar que, en medio de la opulencia y la grandeza, hay un profundo mensaje de humildad y amor que se encuentra en la sencillez de los animales que rodean al Niño. Cada figura, cada elemento y cada posición cuenta una historia, recordando a todos la importancia de los valores de compasión y servicio en el mundo moderno. Así, el pesebre no es solo una obra de arte, es un recordatorio vivo de la esperanza y el amor que la Navidad nos invita a compartir.